Plaqueta y ya

Antes "Verde Plaqueta" (aunque todavía es verde); antes antes "Documentando mi pasado, pa' que haya constancia" (aunque todavía lo documento, y todavía es pa' que conste).

martes, diciembre 11, 2007

Plaqueta va a Guadalajara

Ya, ahora si, mi reseña turística.

Como todos habían reservado en un hostal, ahí va la pendeja de Plaqueta a reservar también en un hostal, pero en otro, porque el de los güeyes de mi agencia ya estaba lleno. Tons llegué y había un montón de chairos dormidos en el suelo, envueltos en cobijitas de indigente. Los tuve que brincar para llegar a mi "habitación". Al abrir la puerta el encargado y yo vimos que unos chairos -con sus cobijitas de indigente- ya se habían adueñado de cada metro cuadrado del cuartito (que eran como dos -metros cuadrados, porque chairos ps eran más-).

-Sáquense -los corrió el encargado.

Adormilados, los chairos abandonaron el cuarto. El encargado me dio unas sábanas "limpias". ¡Y yo que ni sé tender camas!

¿Y el baño?

No había baño. Pero sí un pajarito en la pared:


El baño estaba afuera. Era como de primaria pobre, sempiternamente mojado y sin papel:


Muy bonito, todo lleno diarrrrrte.

Ay, y además el hostal me salió feminista, ¡con lo que me gusta el feminismo!:


No estaba dispuesta a bañarme en el baño ese y que me pegaran los hongos en las patas. Salí corriendo la mañana siguiente a encontrar un hotel, de paso o de no-paso, como fuera, pero h-o-t-e-l, con camas tendidas y televisión y agua caliente y no tibia.

Encontré uno "familiar" que hasta tenía alberca en la azotea. Alberca con vista a la ciudad. Una maravilla:



Y con camas pa' asolearse. Ni en Acapulco, me cae:


Lo malo es que no contaba con salvavidas:

Ni modo.

Luego, El Primo (¿de quién? No sé: simplemente es El Primo, un güey bien chido) y yo nos fuimos a turistear. Primero desayunamos en el mercado de San Juan de Dios, donde además del cabrito satánico encontramos grandes joyas de la gastronomía regional:


La comida japonesa "Lupillo".


Los mariscos Fujiyama, directo desde el lejano oriente.


Las legítimas patas de mula, sospechosamente parecidas a una empanada de mole.

Nosotros fuimos conservadores y comimos carne asada, como turistas gringos comiendo en McDonalds.

Luego paseamos por la ciudad. Encontramos cosas, como la estatua del hombre preocupado:

¡No mames, cómo me preocupa este trozo de metal!

Los bicitaxis no existen, pero sí las carrozas de quinceañera jaladas por legítimos caballos o burros o mulas:

¿Qué diría la sociedad protectora de animales? ¿Existe realmente la sociedad protectora de animales, o es una leyenda urbana?

Guadalajara es la ciudad de las fuentes. Hay una en cada esquina. La más bonita es la de la foca-jaguar, fauna endémica tapatía inmortalizada en piedra:

Glugluglugluglu.

Guadalajara es también LA ciudad del ornato navideño. Es TAN la ciudad del ornato navideño que hacen ornato navideño acerca del ornato navideño:


Nos subimos al metro, que allá funciona con fichas como de maquinita ochentera de papelería. Yo, como buena chilanga bajada del cerro, no podía meter la ficha de maquinita en su ranura, así que una mujer-policía machorra y malencarada me arrebató la moneda dentada y me ayudó en la complicada operación. "Pinches chilangos salvajes", debió pensar.

La publicidad del metro de allá es tan fea como la del metro de acá. Vean nomás el anuncio del SUETERTÓN:


Muy sugestivo.

Y ya, luego nos fuimos a Sonofilia, evento del que no saqué casi nada de fotos, sólo de las patas de una chava que llevaba tacones blancos, el mejor calzado para ir a un concierto maratónico en un terreno pedregoso y lleno de tierra:


Y hasta ahí Guadalajara.

En la carretera de regreso tomé una foto más, del legítimo pan TÍO SAM, otro símbolo de nuestra patria:


Fin del viaje.

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