Plaqueta y ya

Antes "Verde Plaqueta" (aunque todavía es verde); antes antes "Documentando mi pasado, pa' que haya constancia" (aunque todavía lo documento, y todavía es pa' que conste).

sábado, junio 19, 2010

Mi única conversación con Monsiváis

Cuando trabajaba en Chilango, una vez me encargaron un recuadrito para un reportaje sobre la rivalidad entre defeños y satelucos, con opiniones de escritores y famosos y cronistas al respecto. Sopitas me dijo cosas muy chistosas, como que en Satélite todo era copia chafa y que casi casi tenían el Charlies and Carlos y así. Alfredo Jiménez no se acordaba de nada, pero me pidió que le hablara en la noche a ver qué se le ocurría; cuando le llamé había escrito una minicrónica de una supuesta pelea entre unos borrachos de Satélite y unos de acá (ahí fue cuando escuché por primera vez la palabra "incróspito", que es de mis favoritas), y me la "dictó". A Ángeles González Gamio la agarré mientras estaba comprando cosas en el supermercado. Juan Villoro me escribió un textito que copy-pastearé al final de este post.

También llamé a Monsiváis. La conversación fue la siguiente:

Yo: Hola, ¿Carlos?
Monsi: Sí.
Yo: Soy Tamara, de la revista Chilango. Te llamo porque estamos haciendo un reportaje sobre la legendaria rivalidad entre chilangos y satelucos, ¿qué opinas al respecto?
Monsi: No existe tal rivalidad. Es un invento.
Yo: Eeeem, bueno, ¡gracias!

FIN.

Me hubiera gustado platicar más con él. Sniff. Nunca lo entrevisté ni platicamos ni nada.

Por cierto, el recuadro de Chilango nunca se publicó.



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Aquí el texto inédito de Villoro:

Conozco Ciudad Satélite desde sus orígenes. Unos primos míos vivían en Echegaray y me gustaba mucho el camino rumbo a las Torres de Satélite, el paisaje más futurista de principios de los años 60 (las torres son del 59). Me acuerdo de un anuncio en el que el nuevo suburbio de la capital era promovido ¡por unos marcianos!, los habitantes perfectos para una zona tan nueva.
Como yo era fan de los "Supersónicos", pensaba que muy pronto Ciudad Satélite iba a ser recorrida por naves espaciales. Estaba de moda descubrir ovnis y, como el DF es una de las ciudades que ha tenido más contactos del "tercer tipo", parecía lógico desembocara en Ciudad Satélite, una plataforma para extraterrestres. Con los años, el lugar se volvió menos cósmico. Cuando estudiaba secundaria, Satélite fue para mí el bastión de las discotecas con cintas. En el DF el sindicato de músicos obligaba a tener conjuntos, de modo que las nuevas discos se fueron al Estado de México. En Satélite no proliferaron las pistas de aterrizaje que auguré en mi infancia sino centros comerciales de inspiración texana. El lugar ya se parecía menos al espacio exterior que a Laredo. Todo esto a orillas del Periférico. Calles adentro, Satélite seguía siendo misteriosa. Los circuitos tenían curvas muy pronunciadas y parecían volver sobre sí mismos como si conformaran un laberinto. Las calles ostentaban raras placas heráldicas, dignas de un medioevo imaginado en un lugar sin castillos (Arkansas o Toluca).
He conocido a algunos eminentes satelucos, como Oscar Sarquiz, máximo conocedor del rock en México; Emilio Ebergenyi, inolvidable locutor del programa que escribí para Radio Educación ("El lado oscuro de la luna"); los miembros de Café Tacuba, mi banda nacional favorita; Julieta García González, autora de la novela "Vapor", y muchos otros. Sin embargo, la relación con la punta norte de la ciudad dejó de ser fluida cuando el tráfico convirtió el traslado en un verdadero camino de expiación. A partir de ese momento cristalizó el dicho: "No hay pasión que dure más allá del Toreo". Si conocías a una chica fantástica que vivía en Satélite y tú vivías en Tlalpan, estabas perdido. Creo que la dificultad de acceso nos obligó a pensar que los sateluctos no eran tan interesantes como nos habían parecido, que carecían de la cultura de Mesoamérica y en cierta forma pertenecían a Aridoamérica. La culpa la tuvieron los coches y la solitaria vía de acceso, el intransitable periférico. Para mí, sigue siendo el lugar ideal para que aterricen los marcianos.

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